—¿Preparada? —preguntó Sofía desde dentro del coche aparcado en la misma puerta de la casa de los padres de Olivia.
—La verdad… no –contestó esta.
—¿Quieres que nos vayamos?
—No, tengo que subir a esa buhardilla.
—¿Crees que la mujer se te va a aparecer? —preguntó su amiga con algo de miedo.
—No lo se, espero que no porque igual me quedo en el sitio del susto, pero… Siento que… siento que hay algo ahí dentro.
—¿Cuándo vivías aquí lo llegaste a sentir alguna vez? —preguntó Sofía—. Quiero decir no recuerdo haber subido a las buhardillas ni una sola vez cuando éramos niñas.
—Eso es porque era una zona prohibida —aclaró Olivia mirando la casa.
—O sea que algo hay y tus padres lo sabían —atestiguó Sofía.
—Vamos a descubrirlo —finalizó Olivia saliendo del coche y respirando el aire puro y fresco que siempre tenía esa zona, su casa estaba rodeada de árboles.
Las dos amigas se acercaron a la puerta de la casa , el porche estaba lleno de hojas, el felpudo sepultado por las brozas de los árboles adyacentes y algo en el interior de Oliva se removió al instante.
—Tengo ganas de llorar —dijo mirando a su amiga.
—¿Que? ¿Por que? ¿Qué sucede? ¿Qué has visto? —Sofía la abrazó.
—Tengo una tremenda sensación de abandono Sofi, tengo algo dentro que…—un sollozo incontrolable salió de la garganta de Olivia.
—Cariño, podemos venir otro día —sugirió su amiga.
—No… debo enfrentarme a esto, sea lo que sea —Olivia se limpió la cara, respiró hondo y con su juego de llaves abrió muy poco a poco la puerta de la casa.
Era una casa de dos plantas de altura más la buhardilla, la planta baja estaba distribuida con un enorme salón comedor, una cocina y un pequeño aseo. En la planta superior estaban las cuatro habitaciones de las que constaba la casa, la de sus padres que tenía su baño privado, la de su hermano Thomas, justo al lado la suya y la última situada al final del pasillo destinada para las visitas, al lado de las escaleras una puerta daba al cuarto de baño que habían compartido su hermano y ella durante toda su infancia y juventud. Y justo de la mitad del pasillo colgaba una cuerda, esa cuerda era la que daba acceso a las escaleras que daban a la famosa buhardilla.
Olivia miró a su amiga, esta asintió con la cabeza para darle fuerza a su amiga y entre ambas bajaron la escalera, un olor a cerrado mezclado con canela e incienso evocó en Olivia un nuevo recuerdo.
—Papi ¿qué estás haciendo? —preguntó la pequeña Olivia tras subir las escaleras, no sin esfuerzo para sus pequeñas piernecitas, que al ver a su padre sentado en el suelo de la buhardilla rodeado de velas, con un libro en la mano arrugó la frente.
—Oli —se sobresaltó su padre —. ¿Qué haces aquí? Sabes que mama no quiere que subas.
—Me dió curiosidad —contestó la niña con toda la normalidad del mundo sin dejar de mirar a su padre.
—Cariño baja a tu habitación es tarde —ordenó él sin mover un solo músculo.
—¿Que lees? —insistió la niña. Su padre suspiró y cerró el libro.
—Tiempos difíciles de Charles Dickens —contestó.
—¿Puedo escucharte leer? —preguntó sentándose en el suelo, sin acercarse a su padre, presentía que él estaba haciendo algo importante, no sabía el que , pero era importante.
—Oli, por favor como tu madre te vea aquí estaremos en problemas por favor te lo pido, acabo el capítulo y bajo —su padre hablaba calmadamente.
—¿Y no puedes acabar de leerlo abajo?
—Podría, pero es mejor aquí — contestó su padre.
—¿Por qué? —insistió la niña.
—-Porque a ella le gusta más aquí —confesó su padre.
—¿A quién papi? —quiso saber Olivia.
—A la casa cariño, ahora baja , yo iré a arroparte enseguida —su padre la miró muy serio.
—Vale papi, pero no lo entiendo —replicó Olivia levantándose y bajando las escaleras con mucho cuidado.
—Ya lo entenderás cariño, cuando seas mayor —estas últimas palabras de su padre resonaron ahora en su cabeza una y otra vez.
—Ya lo entenderás cuando seas mayor —dijo en voz alta Olivia.
—¿Qué? —preguntó Sofía.
—He recordado una conversación con mi padre, en la que me decía que entendería algo cuando fuera mayor, y algo tenía que ver con esa buhardilla Sofi.
—Pues vamos a descubrirlo —su amiga se adelantó a ella y empezó a subir las empinadas escaleras de madera. Cuando ambas llegaron arriba se encontraron con una buhardilla llena de cajas cubiertas de polvo.
—Aquí hace años que no entra nadie —dijo Sofía.
—Eso parece —contestó Olivia adelantando un paso hacia la zona en la que ella se encontraba siempre en sus sueños—. Es aquí Sofi, en este lugar me encuentro siempre cuando sueño con la señora.
—¿Estás bien? Estás pálida—quiso saber su amiga mirando hacia todos sitios.
—Sí, algo cansada y… muy triste Sofía, pero es una tristeza rara, de abandono, no sabría explicar, y al mismo tiempo me siento incomprendida.
—¿Incomprendida? —preguntó su amiga.
—¿Por qué te fuiste? ¿Por qué dejaste de venir? —preguntó Olivia de golpe con rabia en sus palabras.
—Oli, ¿qué dices?
—Sofía aquí hay alguien siento algo, no se explicarlo —contestó Olivia.
—¿Qué hacemos? ¿Qué hacen en las películas? Preguntan que quieren o algo así ¿no? —Sofía hablaba demasiado rápido y su voz cada vez era más fuerte.
—Baja la voz a ella le molesta —la regañó Olivia.
—¿A quién exactamente le molesta? —quiso saber en un susurro su amiga.
—A la casa —contestó sin más Olivia. Se acercó a la pared en la que había visto a la señora en sus sueños y tocó la pared, sus ojos se pusieron en blanco, Sofía intentó ir hacia ella , pero no podía moverse, estaba paralizada, intentó gritar el nombre de su amiga sin éxito, pues por mucho que se esforzara ninguna palabra salía de su boca.
Olivia de golpe pasó a estar en mitad de la buhardilla, pero allí ya no había ninguna caja , estaba ella sola, un remolino de aire envolvió toda la buhardilla y una voz le dijo.
—Has tardado mucho en venir a verme.
—¿Quién eres? —preguntó Olivia dando vueltas sobre sí misma sin ver a nadie.
—Soy yo, soy la casa —contestó la voz , y entonces Olivia reconoció la voz, era la misma voz que había escuchado en sueños.
—¿Qué quieres de mí?
—Quiero saber por qué me habéis abandonado —dijo la voz desgarrada por el dolor de la señora.
—No te entiendo, ¿eres un espíritu que se ha quedado atrapado? —quiso saber Olivia temblando.
—No.
—¿Entonces quién eres y cómo puedo ayudarte? —insistió Olivia.
—Ya te lo he dicho soy la casa.
—No te entiendo —replicó Olivia.
—Habla con tu abuela, la extraño ella me entendía —explicó la señora.
—¿Mi abuela Agnes? —quiso saber Olivia.
—Sí, Agnes.
—Murió —contestó Olivia con lágrimas en los ojos.
—Ahora lo entiendo todo —dijo la voz.
—¿El qué? —quiso saber Olivia.
—La ausencia de tu padre.
—¿Qué ausencia? No entiendo lo que me dices —Olivia se estaba empezando a impacientar.
—Habla con él, no podéis iros, debéis volver, no me podéis abandonar —la voz de la mujer sollozaba.
—Quiero ayudarte, de verdad que quiero —decía Olivia dando vueltas sobre sí misma para ver si la señora estaba en algún sitio , pero allí solo estaba la voz.
—No me podéis abandonar, porque moriré —sentenció la voz de la mujer.
—Déjame verte, te quiero ayudar pero no…—un remolino de viento envolvió a Olivia y la devolvió a la pared.
—Oliiiiiii —gritó Sofía, se lanzó a la carrera a abrazar a su amiga—. ¿Estás bien? Estás blanca , salgamos de aquí.
—Sofi ha sido …
—-Salgamos de aquí —su amiga la arrastraba escaleras abajo a toda prisa.
—Espera Sofi, espera —la frenó Olivia en mitad del pasillo.
—Quiero salir de esta casa ya, me he asustado muchísimo Oli, te has quedado como en trance con los ojos en blanco y yo no podía moverme, no podía hablar, pensaba que estaba dando un ictus.
—Estoy bien Sofi, de verdad mírame.
—Me da igual , salgamos de aquí —insistió Sofía.
—¿No quieres saber lo que me ha pasado? —preguntó algo incrédula Olivia.
—Fuera de esta casa lo que quieras.
Sentadas en el coche algo más tranquilas, Olivia explicó´ño con todo detalle lo que le había pasado en la buhardilla.
—Hay que hacer un exorcismo —dijo Sofía.
—Más que eso creo que tengo que hablar con mi padre, porque me ha mencionado a mi abuela y a mi padre —explicó Olivia y pensó “ aparte del recuerdo de mi padre sentado en un círculo de velas en mitad de la buhardilla”
—Me he acojonado de verdad, yo no creía en espíritus hasta este mismo momento —dijo Sofía encendiendo el coche.
—Este domingo hemos quedado para celebrar el cumple de mi padre en su nueva casa, es la oportunidad perfecta para abordar el tema Sofi.
—¿Y qué le vas a decir? —quiso saber Sofía retomando su característico toque de humor—. Mira papa cuéntame que clase de espíritu tenemos en la buhardilla que no me deja dormir por las noches.
—Por ejemplo —contestó Olivia riendo.
—¿Has pasado miedo? —quiso saber su amiga.
—Un poco al principio, porque no sabía si me iba a salir una mujer con una bata blanca rollo psiquiátrico, o el mismísimo diablo la verdad, pero luego me he relajado.
—¿La has visto?
—No , únicamente escuchaba su voz.
—Con lo que no sabes si es la misma mujer de tus sueños, igual hay más —sugirió Sofía.
—Era ella, era su voz Sofi —se quedó en silencio—. Si te soy sincera me ha dado más pena que miedo, sentía que debía ayudarla pero no se ni que debo hacer, ni cómo.
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