Estaba oscuro, ella me miraba, su mirada era más siniestra que las noches anteriores, respiraba intensamente y las venas verdosas de su frente se marcaban cada vez más. Parecía que ella estaba envejeciendo delante de mí. Yo no podía moverme, tenía los pies clavados en el suelo, la miraba y ella me miraba a mí, no sentía miedo simplemente tristeza, por ella , por mí, por la casa, no sabía exactamente de donde provenía ese dolor interior que sentía, solamente sabía que no podía ser mío porque era un dolor muy antiguo, un dolor que había estado ahí clavado más años de los que yo tenía.
Un sonido me despertó, era el despertador que me decía que ya eran las ocho de la mañana. Liam dormía placidamente a mi lado, miré el móvil, era domingo y se me había olvidado de quitar la alarma. Me di la vuelta para intentar volver a dormir pero al cerrar los ojos lo único que veía era esa cara, esos ojos de la mujer que me miraba, una y otra vez con lo que decidí levantarme.
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