Mi nombre es Julia y voy a relataros algo que me sucedió hace más de cuarenta años. Tengo ochenta y dos años, soy diabética desde que tengo memoria con lo que debo cuidar la alimentación y sobre todo tengo que salir a pasear cada día, y así lo llevo haciendo cada uno de mis días, salgo a caminar unos quince kilómetros cada día. Vivo en una casita de campo a las afueras de la ciudad con lo que me resulta relativamente fácil.
Ese día estaba de visita en mi casa mi hermana Carmen y su marido José, con lo que a eso de las siete de tarde ya con la bajada del sol decidimos disponernos a dar nuestro paseo de rutina, salimos todos, mi marido Manuel, mi hermana Carmen, su marido José y mi hija Laura .
Mi hermana y yo íbamos un poco más adelantadas charlando de nuestras cosas, poniéndonos al día, puesto que nos veíamos una vez al año o como mucho si podíamos coincidir en semana Santa dos veces al año. Todo parecía transcurrir con normalidad hasta que empecé a sentir que el pulso se me aceleraba y sentí un leve mareo, sabía lo que sucedía, me estaba bajando el azúcar, por aquella época no tomaba insulina, la enfermedad no estaba tan estudiada como a día de hoy con lo que mi truco era llevar en el bolsillo azucarillos. Metí la mano en mi bolsillo con la mala suerte que justo en ese momento me di cuenta de que no llevaba la chaqueta de siempre, había cogido una chaqueta más fina que había lavado esa misma mañana.
—Carmen —susurré.
—¿Qué ? —preguntó mi hermana interrumpiendo su monólogo sobre como estaba la política del país en esos días.
—No te asustes, me voy a desmallar —dije mirándola.
—Julia, estás blanca como la leche —acertó a decir mi hermana. Y esas fueron las últimas palabras que escuché porque me desmayé.
Un segundo después me vi sobrevolando a mi hermana que estaba en el suelo junto a mi cuerpo, estaba volando como un pájaro , sin embargo no tenía sensación de cuerpo, no tenía sensación de ser nada, no flotaba, no sentía fuerza, simplemente estaba allí como una espectadora que está en un cine ajena a todo lo que está pasando y simplemente mira una película. Sentía una paz indescriptible, sentía que un amor puro, el amor más puro que jamás había sentido me inundaba por completo, felicidad, ya no sentía dolor, ni miedo, ni pesar, ni preocupación, allí arriba estaba bien, era perfecto hasta que escuché la voz de mi hija llamándome.
—Mamá, mama, por favor mama —su voz era de absoluto pánico, sus lágrimas llenaban su rostro, tenía que volver , pero estaba ta feliz, estaba tan bien que no quería volver. Esa paz que me llenaba era como una droga, y por nada del mundo quería dejar de sentirla. Sentí como una fuerza me arrastraba hacia arriba, sentía que debía ir, sentía que estaba en casa, y que ese era mi sitio, sin embargo de nuevo la voz de mi hija me llegó.
—Mamá, te necesito —gritó. Y en ese momento una punzada de dolor me llegó directamente al corazón, no podía irme, aunque ello supusiera volver allí abajo y seguir sufriendo, volver a sentir dolor, miedo, frío , esa voz me necesitaba, no podía dejarla sola, cerré los ojos y una sucesión de imágenes pasaron por mi mente como si de una película se tratara, el nacimiento de mi hija, sus primeros pasos, su primer día de colegio, su graduación y su voz llorando llamándome.
—No me puedo ir —dije en voz alta y una fuerza me arrastró sin poder evitarlo hasta mi cuerpo y desperté .
—Mamá , mama —decía mi hija.
—Azúcar —logré decir.
—El tío ha ido corriendo a casa a por azúcar y viene una ambulancia, te vas a poner bien —mi hija lloraba.
—Bebe agua –ordenó la voz de mi hermana. Yo bebí y me senté, miré la cara de mi hija, y escuché la ambulancia a lo lejos.
Evidentemente, me recuperé de esa y de otras muchísimas bajadas de azúcar que he tenido a lo largo de mi vida, hoy estoy medio ciega. Tuve la oportunidad de dejar el dolor de lado pero elegí vivir con todas sus consecuencias y a día de hoy no me arrepiento porque no solamente he visto crecer a mi hija también a mis nietos . Muchas veces me pregunto si eso que sentí lo experimenté de verdad, si fue un sueño, si fue efecto de la bajada de azúcar.
Los médicos no saben contestarme , me dicen que el cerebro humano es todavía un misterio.
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